Mostrando entradas con la etiqueta Safo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Safo. Mostrar todas las entradas

miércoles, 3 de octubre de 2012

Safo

A Carmen Moreno, mi particular ejemplo a (no) seguir
y una de las personas más importantes de mi vida.
  

                                   1
 
Inmortal Afrodita, de polícromo trono,
hija de Zeus, urdidora de engaños, te lo ruego,
no sometas ni con penas ni con angustias,
señora, mi corazón.
Ven aquí, si ya otra vez antes
escuchando de lejos mis palabras,  
me atendiste y dejando la casa de tu padre
dorada viniste
después de uncir tu carro. Te trajeron bellos
y veloces gorriones sobre la oscura tierra
agitando con firmeza las alas desde el cielo
por el centro del éter.
Y al punto llegaron, y tú, bienaventurada,
con una sonrisa en tu inmortal rostro
preguntabas qué me pasaba de nuevo y por qué
de nuevo te llamaba
y qué quería, más que otra cosa, que me sucediera
con enloquecido corazón: «¿A quién persuado
y conduzco a tu amor? ¿quién,
Safo, te agravia?
Porque si te rehúye, pronto te seguirá,
Si tus dones no acepta, te los dará,
Si no te ama, pronto te amará,
aunque ella no quiera».
¡Ven ahora también y líbrame de mis crueles
cuitas y todo lo que mi corazón desea
que se cumpla, cúmplemelo, y tú en persona,
sé mi aliada!


                                    2

Me parece igual a los dioses aquel hombre
que frente a ti se sienta y a tu lado
te escucha mientras le hablas con dulzura
y ríes con amor. Eso en verdad ha sobresaltado
mi corazón dentro del pecho,
pues cuando te contemplo un momento,
ni una sola palabra ya decir puedo:
la lengua se me quiebra
y al punto corre fuego por debajo de mi piel,
con mis ojos nada veo, me zumban los oídos.
El sudor se desliza de arriba abajo, un temblor
me agita todo el cuerpo, más pálida que la hierba
me vuelvo, a mí misma me parece
que me falta poco para estar muerta.


                                     12

                        Viniste, y yo te deseaba;
y helaste mi corazón encendido de deseo.
 

                                      14

De nuevo Eros ha sacudido mis entrañas,
como viento que en el monte sobre las encinas se abate.


                                      23

De nuevo Eros, el que los miembros desata, me sacude,
dulce y amargo, incombatible bicho.


                                      52
Se ha sumergido la luna
y las Pléyades. Es media noche,
pasan las horas,
y yo duermo sola.