A veces un simple contacto visual
puede cambiar repentinamente tus planes.
A veces un encuentro casual con otra
persona puede marcar un antes y un después en tu vida.
A veces la magia surge y el destino
hace de las suyas, regalándote unos instantes únicos.
A veces recuperar esa complicidad
fugaz y momentánea no es fácil, pero merece la pena construir cientos de
aviones de papel e intentarlo una y otra vez.
Porque a veces las grandes cosas
tienen principios pequeños.
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